El día amaneció gris, y gris se quedó todo el día, acompañado de una fina llovizna, un tanto molesta. A las 11.30 aprox. abandonamos el hotel hacia Astorga. La gripe de Yaid, estaba igual que el día; fastidiando.
Llegamos a Astorga y aparcamos en la parte baja de la muralla, muy cerca del centro. Desde allí podíamos ver el Palacio Episcopal y parte de la catedral. No tardamos en llegar a la fachada principal del palacio bordeando la muralla. El estilo era muy similar al edificio de Botines que habíamos visto en León, sólo que en tamaño mayor. De todas maneras, parecía un castillo de cuento de hadas en miniatura, si se comparaba con las catedrales. Después, fuimos al museo catedralicio, desde el cual se accedía a la catedral, y que estaba situado en una parte del monasterio adyacente. Y qué frío hacía dentro! casi más que fuera, juraría. Había expuestos todo tipo de retablos, lienzos e imágenes religiosas, trajes muy antiguos de curas y obispos (con sus mitras etc.) y réplicas de beatos y manuscritos medievales, por no hablar de las gigantescas partituras corales, que eran realmente impresionantes por su tamaño. Desde el claustro, se accedía a la catedral, también inmensa, acorde con su estilo gótico. El retablo del altar, junto con la parte central, era lo que más llamaba la atención; aunque las bóvedas del techo también tenían su gracia, adornadas en las cruces con símbolos enmarcados en círculo.
Al salir, continuamos nuestra ruta por Astorga, no sin antes pararnos a comprar los típicos dulces que se anunciaban en todos los establecimientos. En nuestro recorrido, fotografiamos la plaza del ayuntamiento y las ruinas de unas antiguas termas romanas.
Después de comer, nos dirigimos hacia Catrillo de los Polvazares, a 5 Km. El sol empezaba a esconderse, con mucha ayuda del mal tiempo, que aunque respetaba sin diluviar, no dejaba de ser una molestia por el frío y la llovizna. Castrillo de los Polvazares es un curioso pueblecito de casas tradicionales de piedra. Incluso los caminos se han respetado, ya que no había rastro de asfalto por ninguna parte. Lo más llamativo, el color rojizo-naranja, que durante todo el viaje nos ha acompañado.

Al final, de vuelta, sí pudimos parar en Ponferrada, aunque ya había anochecido. Aún así, la vista del castillo de los templarios sobre el río, fue espectacular (quizás más que si fuera de día). Bajamos e hicimos un par de fotos, llegando hasta la torre del reloj. Luego un cola-cao, y vuelta a casa por la autovía, con un poco de música de Alexi Murdoch, Sufjan Stevens, y finalmente, el H.A.A.R.P de Muse, porque me estaba empezando a quedar algo sopas.
Ya estamos aquí (vocecilla de mal rollo).