Vale, que no es un baúl, es un pequeño armario... y no tiene recuerdos, tiene folios...
La cuestión es que estaba yo ayer preparando los contactos del bautizo del domingo y no quedaban folios para imprimirlos. Así que me fui hasta el armario donde se guardan y me fijé que en la parte de atrás había un par de cámaras.
Una de las ventajas de trabajar en un estudio de fotografía que lleva unos 30 años funcionando, es que encuentras cachivaches antiguos por todos lados.
Nunca me había fijado mucho en ellas porque creía que eran unas polaroids antiguas de fotos carnet de las que no quedaban (ni se fabricaban) cargas de fotos. Pero, aburrido como estaba, decidí cogerlas para examinarlas.

Si, una era una maquina de fotos carnet sin excesivo interés... pero la otra... era una Polaroid con objetivo de formato medio de 150mm. Interesante, pero más interesante cuando descubrí un par de cajas de cargas caducadas hace unos tres años. Sin perder más tiempo, pedí permiso para usar esas cargas y satisfacer mi necesidad paleofotografica.
Como fotómetro usé mi querida 5D, 125 ISO, 5.6 y medio punto de sobreexposición para compensar los años que llevaba caducada la película. Puse los parámetros en la cámara y tras un minuto para acostumbrarme al enfoque telemetrico, estaba sacando mi primera Polaroid.

Esperé 10 segundos y tiré de la pestaña de papel. La foto salió con el papel de los químicos adherido, tras dos minutos para dejar actuar el revelador, separé las dos partes... y magia. Ahi estaba una foto instantánea; desaturada, falta de contraste y enfoque... pero con un encanto especial. En ese momento me dieron ganas de coger un par de carretes y salir por ahí con mi vieja Mamiya de 35mm.

Pero recordé que el pobre Jacobo, que acababa de ser bautizado hace dos días, tenía unos contactos esperando a ser impresos; así que dejé a un lado las viejas glorias químicas y me puse a trabajar delante del ordenador.